PEQUEÑO HOMENAJE A FRANCISCO BRINES
Anoche murió Francisco Brines. Otro gran poeta que se nos va,
afortunadamente nos ha dejado el rastro del amor por la vida en su poesía.
El último de los grandes de la Generación del 50, la que
vivió la posguerra y la censura y supo mantener la devoción por las palabras en
la poesía, incluso en las circunstancias más adversas, pues, como decía el propio
Brines, la poesía es necesaria porque nos hace entender el mundo y a uno mismo.
Apenas hace una semana recibió el premio Cervantes de las
letras, había sido premiado con muchos más a lo largo de su dilatada carrera,
pero al menos, durante unos días, pudo disfrutar también del mayor galardón que
puede recibir un poeta en España.
Brindémosle el homenaje que se merece leyendo en voz alta alguno
de sus poemas:
En el cansancio de la noche...
En el cansancio de la noche,
penetrando la más oscura música,
he recobrado tras mis ojos ciegos
el frágil testimonio de una escena remota.
Olía el mar, y el alba era ladrona
de los cielos; tornaba fantasmales
las luces de la casa.
Los comensales eran jóvenes, y ahítos
y sin sed, en el naufragio del banquete,
buscaban la ebriedad
y el pintado cortejo de alegría. El vino
desbordaba las copas, sonrosaba
la acalorada piel, enrojecía el suelo.
En generoso amor sus pechos desataron
a la furiosa luz, la carne, la palabra,
y no les importaba después no recordar.
Algún puñal fallido buscaba un corazón.
Yo alcé también mi copa, la más leve,
hasta los bordes llena de cenizas:
huesos conjuntos de halcón y ballestero,
y allí bebí, sin sed, dos experiencias muertas.
Mi corazón se serenó, y un inocente niño
me cubrió la cabeza con gorro de demente.
Fijé mis ojos lúcidos
en quien supo escoger con tino más certero:
aquel que en un rincón, dando a todo la espalda,
llevó a sus frescos labios
una taza de barro con veneno.
Y brindando a
la nada
se apresuró en las sombras.
La piedad del tiempo
¿En qué oscuro rincón del tiempo que ya ha muerto
viven aún,
ardiendo, aquellos muslos?
Le dan luz todavía
a estos ojos tan viejos y engañados,
que ahora vuelven a ser el milagro que fueron:
deseo de una carne, y la alegría
de lo que no se niega.
La vida es el naufragio de una obstinada imagen
Que ya nunca sabremos si existió,
Pues sólo pertenece a un lugar extinguido.
Sueño poderoso
¿Cuál es la gloria de la vida, ahora
que no hay gloria ninguna,
sino la empobrecida realidad?
¿Acaso conocer que el desengaño
no te ha arrancado
ese deseo hondo
de vivir más?
La gloria de la vida fue creer
que existía lo eterno;
o, acaso, fue la gloria de la vida
aquel poder sencillo
de crear, con el claro pensamiento,
la fiel eternidad.
La gloria de la vida, y su fracaso.
Quien quera profundizar más en su poesía puede buscar en estos enlaces:
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