lunes, 4 de marzo de 2019

¿Qué hace un matemático?


¿Qué hace un matemático?

Tal vez te hayas hecho alguna vez las siguientes preguntas, ¿Qué salidas profesionales tiene un matemático? ¿Para qué sirve un matemático? Un gran parte de la sociedad piensa que los licenciados en matemáticas simplemente tienen dos opciones al acabar la carrera: la docencia o la investigación. Sin embargo, el abanico profesional al que opta actualmente un matemático es mucho más amplio. Evidentemente, la docencia y la investigación siguen siendo salidas profesionales muy elegidas entre los matemáticos, pero en la era del Big Data los matemáticos están cada vez más demandados en diversos ámbitos.

Según datos del INE y de la Real Sociedad Matemática Española (RSME) en el 2014, la tasa de paro de los licenciados en matemáticas rondaba el 5%. Pero esta tasa de paro se sitúa tan solo en el 1,8% a los cinco años de terminar la carrera. Además, solo el 38% de los matemáticos se dedican a la docencia. Entonces, ¿qué hacen los matemáticos que no imparten clase? ¿A qué se dedican? Podríamos decir que los matemáticos están en todas partes. Hay matemáticos en los equipos encargados de estudiar los riesgos al solicitar un préstamo bancario, también hay matemáticos trabajando para mejorar el servicio del transporte público en las grandes ciudades, incluso hay matemáticos trabajando en equipos de investigación que estudian el cáncer. Los ámbitos donde se requiere de un matemático son cada vez más amplios y diversos: Banca y Finanzas, Informática, Consultoría, Investigación Médica, Telecomunicaciones, etc.

Pero, ¿qué lleva a las empresas a demandar cada vez más matemáticos? Principalmente, su capacidad de análisis y abstracción. Para un matemático puede resultar más fácil abstraerse y analizar determinados problemas, debido a los contenidos vistos en la carrera. Esta capacidad de análisis y abstracción ayuda a resolver problemas, generalizar a partir de casos particulares o buscar patrones que permitan explicar el futuro comportamiento de algo. En definitiva, tener una “idea feliz”, algo con lo que convives irremediablemente durante la carrera de matemáticas.



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